El ser humano es un sistema complejo y multidimensional. Somos seres físicos, racionales, emocionales y tendemos a la trascendencia. En este artículo vamos a poner el acento en la emoción y cómo desde terapia nos comprometemos a desarrollar habilidades de gestión e inteligencia emocional.
Qué es la gestión emocional
La terapia humanista nació en la década de los 60 como resultado de la necesidad de integrar la dimensión emocional de la persona en la investigación y clínica terapéuticas. El conductismo y el psicoanálisis habían explorado los territorios de la cognición, el comportamiento y el inconsciente en profundidad. Las emociones parecían por aquel entonces un subproducto no deseado con el que lidiar.
Hoy en día, la mayoría de terapias y enfoques incluyen en su maletín terapéutico conceptos como inteligencia emocional y estrategias de gestión emocional
Dotan a sus terapias de las herramientas necesarias para desarrollar su integración en consulta.
¿Por qué es tan importante tenerlas en un primer plano? Porque están siempre ahí aun cuando no somos conscientes de ellas. Aprender a identificarlas, nombrarlas y transitarlas forma parte del currículum personal de cualquier candidato/a a un bienestar óptimo.
Cómo decía, no siempre somos conscientes de lo que sentimos y esto puede ocasionar que a veces tomemos decisiones poco constructivas o tengamos reacciones impulsivas. Desarrollar la habilidad de reconocerlas es un paso estratégico a la hora de tomar las riendas de nuestra vida con dirección y propósito.
Por otro lado, al aprender a acompañar nuestras emociones en terapia vamos a desarrollar nuestra capacidad de empatía potenciando nuestra inteligencia intrapersonal y prosocial. Esto va a impulsar a su vez nuestra habilidad para comunicar lo que necesitamos y poner límites, base sobre la que construir y desarrollar relaciones sanas.
¿Y por qué aprender en terapia? ¿Acaso no venimos con esta enseñanza aprendida desde casa? Aquí entra en juego la complejidad de la que hablábamos al principio.
Cómo gestionar emociones negativas
Las personas vamos a desarrollar distintas estrategias de adaptación a nuestros entornos a lo largo de nuestro crecimiento desde que somos bebés hasta la edad adulta. Una de ellas es la desconexión emocional. Es una de las formas que tiene nuestro sistema psíquico de aliviar la intensidad de ciertas emociones cuando el entorno no nos ayuda a hacerlo o cuando no tenemos recursos propios. Es una estrategia útil y funcional fruto de una inteligencia emocional básica que puede llegar a consolidarse como patrón estable de respuesta involuntaria para evitar emociones negativas abrumadoras.
En terapia también exploramos cómo nuestra identidad de género lleva marcadores sociales y culturales que limitan o permiten la expresión de las emociones. “Los hombres no lloran”, “ las niñas buenas no se enfadan”… También dependiendo de la familia puede haber más permiso para expresar unas emociones que otras. Sin darnos cuenta aprendemos a evitar emociones y situaciones que en función de nuestro género, edad o pertenencia a un grupo podemos percibir como inapropiadas.
Evitar como estrategia adaptativa voluntaria nos quita ciertos obstáculos y nos pone otros delante. Por ejemplo, evitar el rechazo nos puede hacer sentir queridos al precio de nuestra autenticidad y autoestima. Evitar situaciones que nos dan miedo puede salvarnos la vida y más frecuentemente mantenernos en nuestra zona de confort e impedir que alcancemos nuestros sueños personales, profesionales…