Hay muchos tipos de decisiones: desde la más triviales, como la elección de qué clase de pan vamos a comer en el día de hoy, pasando por las importantes, como puede ser el tipo de dieta o el estilo de vida que queremos seguir para cuidar nuestra salud, a aquellas trascendentales y vitales, como un cambio de trabajo, el inicio de un compromiso o tener un hijo, por ejemplo.
Desde luego, no es lo mismo enfrentarse a las primeras que a las últimas, porque las consecuencias no son tampoco de la misma magnitud. Pero el mecanismo que se pone en marcha en los cerebros de los indecisos suele activar siempre los mismos resortes: el miedo a tomar la opción equivocada.
Bajo este tipo de fobia se esconde la incapacidad de aceptar y asumir las consecuencias negativas de nuestros actos, el perfeccionismo, la autocrítica desmedida, las luchas internas que esconden diálogos interminables entre ambos extremos y que no hacen sino sobrevolar sobre hipótesis imaginarias y a veces absurdas o exageradas… Y esta parálisis, lejos de ayudarnos a avanzar, mina de manera inevitable la confianza en nosotros mismos. Hemos caído en un círculo vicioso del que será difícil salir.
Tomar decisiones importantes
Las personas a las que les cuesta un mundo tomar una decisión transforman ese bloqueo vital en una forma de procrastinación. Dejan siempre para más adelante la toma de decisiones, y la postergan más según la importancia que tenga esa decisión. A veces dejan al azar la elección que han de tomar, cuando las circunstancias les obligan a elegir un camino y no les queda más remedio, o se lanzan precipitadamente hacia una opción sin reflexionar previamente solamente por evitar la angustia que produce afrontar todo el proceso.
Pero las decisiones con consecuencias irreparables e imposibles de cambiar que se convierten en un peso vital para el que las toma son muy pocas. Tener hijos y poco más.
A veces el problema radica en lo poco que se valora la persona incapaz de decidirse, porque las consecuencias no serían tan terribles si confiara en sus virtudes y en su capacidad de superar la situación negativa, en caso de que se dé. Normalmente el problema de la baja autoestima está ligado también al hecho de que se le da excesiva importancia a la opinión de los demás. Si se toma una decisión sobre algo importante normalmente nos exponemos al resto de nuestro entorno, y es algo que puede llegar a ser muy duro si no se sabe manejar.
Lamentablemente es mucho peor caer en tierra de nadie y yacer en la pasividad. Optar por una respuesta evitativa ante una cuestión que nos genera malestar es peligroso, porque a veces, como decíamos, se acaban tomando decisiones de manera impulsiva que sí que pueden tener consecuencias terribles.
La importancia de la toma de decisiones
Hay que entender que normalmente no existe la decisión correcta o incorrecta. Nada es blanco o negro. La opción puede ser más o menos adecuada a la situación, pero incluso aunque el contexto no acompañe las personas optimistas y valientes pueden hacer frente a todos esos miedos e incluso a una realidad indeseada, si ocurre.
Para convertirnos en una persona así tenemos que perder el miedo a equivocarnos. Tenemos derecho al error. Y además tampoco podremos saber nunca qué habría pasado en el universo alternativo en el que hemos tomado la opción opuesta, por lo que no merece la pena lamentarse por el resultado. Sobre todo porque siempre podemos darle la vuelta a la tortilla y convertir ese escenario desolador en algo de lo que aprender y que poner a nuestro favor.
Parece fácil, pero en la práctica no lo es tanto. Los psicólogos del centro Lagasca, en el barrio de El Retiro, podemos ayudarte si eres perfeccionista, si crees que siempre eliges la peor opción, si tienes miedo, si necesitas de la aprobación de los demás para avanzar en tu vida, si te sientes agobiado o el malestar no te deja vivir tranquilo y en definitiva, si eres de los que piensa que todo es blanco o todo es negro y te ves incapaz de ver toda la gama de grises que hay ante tus ojos.
No te demores en tomar esta decisión y ven a vernos. Será la última vez que lo pases mal a la hora de decidir.