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El control de las emociones

 

Las personas adultas se jactan muchas veces de poseer un control emocional del que los niños carecen. Pero no son los pequeños de la casa los únicos que tienen esas rabietas que tan nerviosos nos ponen. Nosotros también estallamos, a veces peor y más frecuentemente de lo que queremos reconocer, y eso demuestra que no las gestionamos tan bien como creemos y que en ocasiones dejamos que las emociones nos controlen a nosotros, incluso, la mayoría de las veces, sin que haya necesariamente un trauma emocional detrás.

Tanto las positivas como las negativas pueden y deben experimentarse y expresarse de la manera adecuada para que exista un equilibrio interior que nos suponga paz y serenidad. Para aprender a hacerlo correctamente el primer paso imprescindible es tomar consciencia de esos hábitos inapropiados, de esos estallidos que nos hacen perder los papeles, y a partir de ahí reprogramarnos para convertirnos en personas más equilibradas y calmadas.

La inteligencia emocional es clave en todo este asunto, y hay numerosa bibliografía en los últimos tiempos para ponernos al día en algo en lo que nuestra educación de finales de siglo no prestó demasiada atención.

 

El autocontrol emocional nos afecta en todos los niveles. Nuestra vida personal, laboral, nuestros ambientes sociales, nuestros hijos… todos ellos se ven directamente afectados por cómo manejamos esas emociones. No podemos ir por la vida sin filtros porque nos enemistaríamos con todo el mundo, pero tampoco podemos estar todo el tiempo reprimiendo e inhibiendo lo que sentimos, porque llegaría un momento en el que se podría llegar a explotar, lo que a todas luces resulta mucho peor.

Todos tenemos nuestra parcela de libertad de expresión, podemos pensar lo que nos dé la gana y podemos hacer lo que queramos siempre que nos afecte únicamente a nosotros. Pero cuando llegamos a la parcela de la persona que tenemos al lado tenemos que tener mucho cuidado, porque la mala gestión de nuestras emociones puede perjudicar a otras personas, y normalmente suele ser a quienes más queremos.

 

trauma emocional

 

Aprender a ser más asertivos sería la solución

 

 

Podemos expresar lo que necesitemos sin herir a los demás, de manera adecuada, equilibrada y serena. Con la asertividad podemos defender nuestros derechos y respetar a los demás. Y practicándola estaríamos en el punto intermedio de la comunicación: ni caemos en la pasividad por la cual permitimos que otros decidan por nosotros o pasen por encima de nuestros derechos, ni caemos en la agresividad, que se presenta cuando pisoteamos las ideas de los demás.

Todas las emociones son importantes, tanto las positivas como las negativas. Es frecuente sentir ira, rabia, estar enfadados, frustrados… es natural e importante sentir todas esas cosas. Nos permiten adaptarnos al medio y a la sociedad. Pero si nos dejamos llevar por ellas podemos transformarnos en personas demasiado impulsivas, sentirnos posteriormente culpables, perder autoconfianza y autoestima… o acabar cayendo en una depresión en la que nos sentiremos incomprendidos por el resto del mundo.

Se dice que la asertividad tiene una relación directa con la autoestima. Las personas que no se consideran valiosas no defienden sus derechos de manera activa, y esto crea un círculo vicioso que destroza la autoestima cuando sus derechos no son respetados. Ahí es donde caemos en conductas insanas que no llevan más que a empeorar la situación.

Otra de las razones por las cuales podemos carecer de asertividad en un momento determinado es nuestro estado emocional, concretamente cuando soportamos una gran carga de estrés y ansiedad.

 

Para poder ser más asertivos y conseguir un buen control emocional necesitamos trabajar estos dos aspectos: el autoestima y los niveles de estrés. Qué difícil, ¿verdad?

Pero no es imposible. Las ventajas de todo esto son numerosas en todos los niveles: se puede vivir una vida más plena, sentirnos más felices y relajados, mantener relaciones más estables, duraderas y agradables tanto en pareja como amistosas, y la convivencia dentro de la familia será mucho mejor para todos. ¿No merece la pena intentarlo?

Los psicólogos del centro Lagasca, en el barrio de El Retiro, podemos ayudarte. ¿Crees que no controlas bien tus emociones? ¿Piensas que este problema está afectando a alguna faceta de tu vida? ¿No logras ser feliz porque no logras relacionarte bien con los demás? ¿Tu nivel de estrés te impide vivir tranquilo? Ven a vernos y lo arreglaremos juntos.

 

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